Vivirá tu tierra, por Isabel Marina

 



TERESA GABÍ

Cada vez más tierra

Editorial Renacimiento, 2024




Vivirá tu tierra

                                                                                Isabel Marina



La nueva entrega poética de Teresa Garbí (Zaragoza, 1950), Cada vez más tierra, comienza con una cita que abre al lector a una aventura: “En este mundo todo es posible”, de Isak Dinesen. En cierto sentido, abrir las páginas de este libro es conectar con un mundo que está dentro de nosotros, pero al que nunca prestamos atención. Es esa zona junto al silencio en la que resuenan las almas y las verdades esenciales que a todos nos incumben.


Por eso, ante lo definitivo y real de la muerte, somos desterrados, pues todos seremos expulsados del lugar que un día ocupamos. Y en ese trance, además, estaremos solos. Leer esas verdades golpea, pero también ilumina. Calma, pues hay una ansiedad que nos embarga continuamente, una ansiedad por lo desconocido del vivir, que es capaz de tranquilizarse cuando se le enfrenta a una certeza: nuestra fragilidad. Por eso, dice la poeta, “toda la vida está en el aire”.


Garbí, como expresa el autor del prólogo de esta obra, Luis Moliner, trata siempre de alcanzar los bordes de la poesía, deslumbrando con esas verdades que nos hieren como dardos. Al igual que la muerte, que se contempla en la lejanía durante toda la vida, hasta que, en un momento dado, “ya no es una palabra de papel. / Ahora tiemblas: reconoces la muerte”. Esta revelación se hace presente en la soledad del hombre consigo mismo: “La casa y tú, los pasos, el silencio”. Estas iluminaciones son señales precisas que se ven a pesar del engaño, de la maraña de la vida cotidiana, desde el bosque que todos habitamos.


Habla Garbí directamente al corazón del lector, al corazón humano que sufre y tiene miedo a lo desconocido, a ese abismo que se abre con la muerte. Y lo tranquiliza: “Deja que todo te recuerde a los muertos. / Deja que te hablen. / No te inquiete”. No hay que tener miedo a la muerte, pues es el lugar seguro al que todos iremos, es decir, nuestra casa. Y la poeta recuerda los versos, también iluminados, de César Simón: “Esta es la casa que te espera, tu casa”.


La obra de Garbí está llena de empatía y comprensión hacia el ser humano, embargado pro el miedo, por el desconocimiento esencial del lugar hacia el que nos dirigimos. Muestra también una compasión que conmueve hacia otros seres que habitan el mundo, como los perros abandonados, que llevan herida el alma.


A diferencia de los muertos, la poeta sí puede escribir lo que siente, recordarnos que, al igual que de ellos ocurrió, no quedará huella de nuestro paso. Seremos como ellos, que “vinieron para borrarse en el mar”.


Esta poesía de Garbí se sitúa en el borde, con el intento denodado por decir lo indecible, para que el lenguaje desvele el misterio, es decir, vaya más allá de su propia esencia. El mundo que nos rodea, la naturaleza, los árboles, la luz, el ruiseñor del jardín, no son capaces de decir nada, pero brillan en la sombra, demostrando que, aunque seamos prisioneros de nuestro destino, todo está en orden.


Impresiona su capacidad de observación de lo pequeño e inanimado, como los charcos, las colillas, los trozos de alambre, de la azotea, y conmueve su atención hacia los seres vivos minúsculos, humildes y a su vez milagrosos, que existen allí, como las caléndulas que han brotado en una grieta. 


Traspasar el umbral del destino fatal del hombre no debe darnos miedo, reitera la poeta. Se abrirá entonces un mundo nuevo, donde todo será posible, como dice la cita inicial: “También tú, como él, vas a entenderlo todo, / y entonces sonreirás”. 


Este viaje hacia el total abandono, hacia la pérdida completa, sin embargo, no es triste ni desolador, porque alberga una esperanza: “Si tienes que morir, / no importa / vivirá tu tierra”.



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