MIS PALABRAS EN EL HOMENAJE A FERNANDO ÁLVAREZ BALBUENA Organizado por el grupo poético Encadenados y celebrado en Gijón el 18 de enero de 2024
Buenas tardes, bienvenidos. Estamos aquí reunidos para realizar un homenaje a alguien a quien hemos apreciado y admirado todos: Fernando Álvarez Balbuena. La asociación poética Encadenados, en la que participaba activamente desde hace mucho tiempo, es la organizadora de este evento. Fue la vida de Fernando una vida larga y prolífica, jalonada por muchos logros conseguidos por méritos propios. Hablamos de un auténtico hombre del Renacimiento. Investigador y escritor, Licenciado en Derecho, Doctor en Ciencias Políticas y Sociología, Diplomado en Óptica y Optometría, empresario de éxito, melómano empedernido, miembro de la Real Academia de Doctores de España, con unas cuantas distinciones más en su haber, amén de un papel ejemplar en el apoyo a causas sociales y culturales. Y, además de todo eso, Fernando Álvarez Balbuena era poeta. Hablar de su trayectoria poética es lo que nos ha reunido hoy para recordarle. Aunque escribió versos desde joven, podemos decir que se los reservaba para él, pues empezó a publicar tardíamente, y llegó a tener cinco libros de poesía en su haber: “Marea interior”, “Ecos del ayer”, “Nubes y claros”, y “Cien sonetos de amor y desamor y un poema de juventud”, publicado este último en 2023. En su obra podemos apreciar un gran cuidado de la rima, el ritmo, la musicalidad, la métrica, una gran elegancia y sensibilidad en la elección del vocabulario, una enorme y fértil imaginación y fantasía. Fernando fue experto en el difícil arte de escribir sonetos, muchos de ellos de amor, emocionantes, conmovedores y técnicamente perfectos. En su obra abordó variedad de temas con gran sensibilidad: el amor, las distintas etapas de la vida, las decepciones, los amigos, el alzheimer, la emigración… Expresaba Fernando su devoción por el arte de la poesía en versos tan sentidos como estos: Desnuda para mí solo. En mi vida Te quiero poesía como amante, Pero ante los demás con elegante Ropaje, en una diosa compartida. Como a otros poetas, escribir le llevaba a un estado reflexivo y meditativo, donde reconocía verdades de la vida, y así escribió: La patria no es la tierra en que nacimos… La patria es la niñez, y hacia ella solo Se vuelve la luz del pensamiento. En versos siempre bellos, siempre perfectos, nos dejaba a veces en un ¡ay!, al transmitir tristeza o desasosiego: Por eso quiero huir, mis pies cansados Buscan senderos de esperanzas idas. El día solo tiene amargas luces Que alumbran la miseria de mi vida. En otras ocasiones, sus poemas nos trasladan a la dulzura del amor, en los versos más románticos que se pueda imaginar: Que me velen los brillos de tus ojos, Entre el negro espesor de tus cabellos. Quiero una inmensa noche, sin aurora, Para volar contigo sobre el viento. Es la mirada poética de Fernando una mirada que se levanta hacia el cielo, hacia la utopía, con ese idealismo que era un rasgo de su personalidad, esa creencia en las capacidades del hombre, en que es siempre posible avanzar, evolucionar, superarse, como dio testimonio con su propia vida. Fernando sabía que debemos aspirar a lo imposible, y así escribió: Tan solo el hombre, cuando emigra, sueña: Ve rosas en los ásperos zarzales, Aunque le aguarden males infinitos. Con los sentimientos más recónditos de su corazón, crea belleza y sublima el dolor: Sólo siento el inmenso desencanto Del que humillado el pabellón arría Ahogándose en la mar del propio llanto. No ignoraba que la vida a veces también es dura, muy dura, y supo expresarlo con belleza: Porque la vida allende el océano no es un jardín que alcances con tu mano, es una selva dura en demasía”. Sin embargo, sabía Fernando que lo importante, la amistad, el amor, aunque se vean acechados por vientos adversos, no sucumben y son eternos: Nadie podrá con este amor inmenso Siempre tan fuerte y siempre tan intenso Que no habrá quien lo ataque ni atormente. Fernando apoyó la actividad poética, como suele decirse, de palabra y obra, participando en las reuniones y tertulias, como las de la Asociación Encadenados o las que celebramos durante más de diez años en su casa, en Avilés. Además, sufragó e impulsó la edición de varias antologías. Era una persona muy generosa que conocía el gran valor de la belleza. Su gran sensibilidad y su amor por la cultura, en la que se cultivó toda la vida, le permitía apreciar este mundo y además decir: No son más que palabras lo que digo, Pero si son hermosas, ¿qué más da? ¿Qué importa si es mentira o si es verdad? Sabía que el contacto con el mundo de la belleza nos hace en cierto sentido libres, nos infunde fortaleza, nos convierte en invulnerables. Suyas son estas palabras: “Nada importa si es fuerte tu interior”. Fernando supo transmitir este mensaje, la importancia de apreciar y disfrutar de lo bello para ser fuertes, empezando por su propia vida, aplicando a sí mismo en primer lugar la conocida idea de que no solo de pan vive el hombre, expandiendo su sabiduría, apoyando a otros con amplitud de criterio, con inteligencia, sin prejuicios, en definitiva, con bonhomía, porque Fernando era, en el buen sentido de la palabra, bueno. Y, en contra de lo que algunos cortos de mira puedan pensar, la bondad es la cualidad de los más inteligentes, aquellos que saben, como Fernando sabía, que el reino de la belleza estaba muy por encima de cualquier interés egoísta. Fernando encontró bienestar, calma, plenitud de conciencia, en su soledad creativa como poeta y como lector de poesía. Por eso, escribió: Los años, con los años, me trajeron refugio y paz junto a la poesía. Él supo que en esa soledad honda y secreta, más allá del ocaso y de los sueños, donde el alma sus ánimas aquieta, se hacen grandes los goces más pequeños. Y quiso transmitir a los demás ese tesoro. Para mí, Fernando Álvarez Balbuena fue, por todos estos motivos, un ejemplo de vida, un ejemplo que infunde esperanza y creencia en el ser humano, en lo que cada uno de nosotros puede lograr cultivando lo más elevado, lo mejor que tenemos. Porque él supo hacerlo. Supo cumplir y hacer presente esa frase de Saint Exupery en El Principito: “Haz de tu vida un sueño, y de tu sueño una realidad”.

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