Poesía que ilumina y abrasa, por Isabel Marina
POESÍA QUE ILUMINA Y ABRASA
Isabel Marina
EFI CUBERO
Rizoma
Malhalta Poesía 2023
Rizoma (Mahalta poesía, 2023) es el título de la última entrega poética de Efi Cubero, una antología de su obra seleccionada por la propia autora, representativa de la evolución de su palabra poética a lo largo del tiempo.
El subtítulo de la obra es “poesía de la extrañeza”, un nombre que encaja y define la poesía honda y existencial de esta autora, y que aparece ya anunciada desde el primer poema, “Incertidumbre”: “La incertidumbre / es mirar más adentro / sin encontrarnos”.
Ese rizoma, ese tallo horizontal subterráneo, es la columna salomónica que articula toda su obra y está fundada en la especialidad de una poeta que huye de adornos y habla desde la sinceridad y desde su condición asumida de extraña.
Efi hace un denodado esfuerzo por orientarse y ver con claridad en la vida. “Ver” es el título de la primera sección del libro La poeta asume su condición de extraña ante sí misma también en versos bellísimos donde define eso que es esencia y es imposible de expresarse con palabras, eso a lo que da vueltas el poema y está en sí misma: “Para escucharme existe otra caligrafía. / La que no es contemplable / La que absorbe la luz y la palabra omite / La que afirma, dudando, la mirada”. (“Caligrafía”).
Conmueve la creencia de la autora en el poder de la poesía, en el ardor, la pasión que nos hace comprender todo aquello que la poesía puede hacer por nosotros: “Ilumina el morir un solo verso” (“Escarcha”).
En este camino de extrañeza y confusión que es la vida, la poesía es una forma de llegar a lo que de verdad existe, a las raíces subterráneas, al rizoma.
Es una búsqueda esforzada la de la poeta, una búsqueda de las huellas que se van borrando, cuando “la eternidad fue solo un trozo de cielo en las encinas”, y queda lo incomunicable, que es lo que aspira a expresar el poema. La poeta sabe que, aunque escribe para el tiempo, el tiempo no es el tiempo de su piel.
La obra está llena de bellas imágenes que recuerdan los comienzos de todas las vidas, la niñez: “Me gusta este combate a solas contra el viento, / solo por ver volar el sueño de la infancia” (“Cometa”). El homenaje de Efi a la infancia se encuentra en la segunda parte del libro, llamada “Hora prima”.
Desde niña, afirma al lector, sabe la poeta que su destino estaba marcado por la poesía: “¿Quién dijo: ¡Tú! / poniéndote la mano sobre el hombro / para cargar tu fondo de poesía?”
Se pregunta cómo será el futuro de una torre que contempla cuando ella ya no esté. La reflexión, la meditación, ante lo que permanece más allá de la vida humana, le lleva a escribir:
“Laberinto de cal, / muro sin norte, / certeza de vivir / para la muerte”.
Comienza la tercera sección del libro, “Travesía”, con unos versos que confirman la belleza de vivir - y soñar -, a pesar de la dureza del viaje:
“Puede este viento devorarlo todo, / como la propia arena, / dejando intacto el sueño en las ruinas”.
Este libro contiene hermosas elegías, y también confesiones, pues la palabra poética con su verdad es capaz de desvelar lo que no somos capaces de decir: “Te escribo en un papel lo que nunca te dije: / Allí, donde tú estás, sabrás que te recuerdo”.
La introspección, la reflexión, hace que la poeta comprenda que existe otro mundo más allá, que “otras voces te llegan insaciables / para ser comprendidas desde el centro / del humo o de la hoguera, / de la limpia virtud de la mañana / de la noche sin nombre…”
La poesía, por tanto, obedece al mandato de un mundo interior, un mundo que está más allá y que sería liberador escuchar.
Conocerse a uno mismo es una labor de por vida y Efi sabe de su importancia. Descifrarse a uno mismo es también el objetivo de escribir, desvelar el misterio que se encierra en cada uno de nosotros, y la poeta lo expresa con belleza: “Y en realidad yo soy una escritura. / Un código en el núcleo de un silencio”.
Escribir poesía es escribir al otro, comunicar lo incomunicable, lanzar ese mensaje que sólo la poesía puede lanzar al que ya no está, al que está en un mundo distinto, igual que el de la poesía: “Me traiciona el reflejo, iba a mandarte / un beso por wasap y me detuve allí,
donde imagino no existirá el reloj / ni la tecnología, o tal vez sí, quién sabe”.
La vida adquiere nuevos sentidos, esa vida honda, sin imposturas, por las que apuesta la poeta: “La vida sin afeites donde vuelves / igual que los viajeros de más allá del túnel, / desmaterializando las certezas”.
¡Qué lúcida y terrible la visión de la poeta! Efi no quiere afeites ni adornos que distorsionen la verdad ante sí misma y ante los demás. La fugacidad de la vida, la imposibilidad de retener lo que importa, la búsqueda de un lugar de consuelo, son preocupaciones vitales y poéticas de Efi, que sabe que “es ráfaga el abrazo, dolor y despedida”.
Sabe la poeta que la poesía ilumina y es un faro, que la esperanza existe, y nos lo recuerda la cita de Shakespeare que inaugura la sección “Natura”:
“Enciende un sueño y deja que se queme / dentro de ti”.
Los poemas de Efi se mueven entre gran cantidad de símbolos. La luz es, por ejemplo, un icono que debemos seguir y no desviarnos de ella, porque “será este icono último / que te proteja y salve”.
Sabe la poeta que la vida no basta, que no es suficiente, que hay un refugio, algo que ampara, y es la belleza: “La entrega a la belleza es siempre eternidad”, nos dice.
El poder vivificante de la escritura es algo que la poeta tiene muy claro: la escritura como una hoguera donde se quema el poeta verdadero, porque la poesía solo es verdadera si es una llama. y “jamás el papel muerto, la muerta erudición, la somnolencia”, nos dice. La palabra tiene un poder curativo, terapéutico, que la poeta comprende perfectamente: “Porque todo lo salva / la voz alzando lo que te derriba”.
Es grande su habilidad para llegar a lo sutil, para expresar lo pequeño, con imágenes llenas de fuerza, como la de ese pedazo de muro desconchado que sueña, y para recorrer los tiempos hasta cuando ella misma sea solo un recuerdo. Esa mirada más allá le hace preguntarse: “¿Existí alguna vez?”.
Desde su sentimiento, de extrañeza, llega a las verdades más universales que sólo se encaran / afrontan haciendo un ejercicio de valentía:
“asumo la certeza / de ser solo ceniza”.
La última sección del libro se titula “Amar” y es un homenaje al amor de su vida, Alfonso, y una forma de transmitir todo lo que la poeta ha aprendido sobre esto.
Nos llevan a grandes cotas de emoción poemas conmovedores que podemos encontrar en esta sección, como “Sol”: El amor se sustancia en el cabello de su amado, tan parecido al sol, un cabello “que acariciaba - y seguí acariciando - / cuando ya era ceniza que abrazaba, / y aún seguía abrasando”.
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