El invierno puede ser la estación más hermosa, por Isabel Marina
EL INVIERNO PUEDE SER
LA ESTACIÓN MÁS HERMOSA
Isabel Marina
Mi presentación de la obra de Miguel Rojo, Diálogo entre esposos (Eolas Ediciones, 2024), el pasado 22 de octubre de 2024.
La poesía, la gran poesía, debe aunar belleza y también verdad. Debe ser lo más alejado de la impostura. Creo que el poeta que nos acompaña hoy, Miguel Rojo, podría suscribir estas palabras, que de hecho son una especie de declaración de intenciones que se notan desde las primeras citas elegidas para comenzar la obra. “Nunca amamos a nadie: / amamos, solo, la idea que / tenemos de alguien”. Esta cita de Fernando Pessoa nos anuncia que en este libro se nos revelarán verdades.
A partir de ahí, nos preguntamos qué nos vamos a encontrar en estas páginas, intuimos que este juego de espejos de la literatura nos va a devolver una imagen fidedigna en la que mirarnos, y lo comprobamos desde las primeras líneas, que pueden reflejar la historia de cualquiera de nosotros, la historia de cualquier historia de amor:
“Si lo recuerdo y lo recuerdo bien
en realidad
no sabíamos nada cuando comenzamos este viaje
sólo queríamos ser libres el uno junto al otro
dos viajeros unidos frente a la tempestad del mundo”.
El lector se siente reconocido en las palabras del autor cuando dice: “el amor es un viaje de tan arduo pronóstico / como una enfermedad desconocida”.
El poeta se sitúa en el hoy, echando la vista atrás hacia una larga historia de amor que continúa en el presente, con dudas, sintiéndose “un pequeño barco a la deriva / cargando con nuestro amor”.
Este diálogo entre esposos rememora los primeros momentos del viaje compartido, cuando la pareja tuvo que hacerse fuerte frente a las intromisiones externas, por ejemplo. ¿Quién no ha vivido esto?
La madurez y los años vividos en común en una relación larga desembocan en la reflexión de la que es ejemplo esa cita inicial de Pessoa y en esta otra que escuchamos al esposo: “Nada nunca resulta como soñamos”. Aunque, como dice el autor en una expresiva metáfora, “los desvanes están llenos de juguetes rotos” y cierto desengaño es inevitable, la costumbre también reconforta y a su manera salva el hecho de tener un nombre a quien amar toda una vida.
El esposo, que de joven quería ser poeta y hacer arder el mundo con su poesía, a pesar de la prevención de su suegra, piensa que solo escribe “versos de saldo / que leer en los recitales / ante un público que mira el reloj”.
Ante el dolor inherente a cualquier vida, ante los sueños y las ilusiones perdidas, el autor nos ofrece verdades incuestionables. Llegará un momento en que el sufrimiento, el miedo, la infelicidad o la desgracia no podrán afectarnos y, como le ocurre a su madre, que atraviesa algún tipo de demencia, olvidaremos todo, también lo malo.
Quiero destacar también en esta presentación la belleza de un poema en prosa que contiene el libro, un poema donde se habla de soledad e incomunicación radical del ser humano, inspirándose en las personas que ve la esposa durante una mañana desde la ventana.
La vida real, las dificultades de la convivencia, esa continua guerrilla larvada entre momentos de placidez, lo que es, en suma, el matrimonio, aparece muy bien reflejada en esta obra, junto a esa sensación de estar condenados a quererse que le hace exclamar al esposo: “Abracemos pues nuestra propia danza / la danza de los látigos irreconciliables”.
Hay espacio en este bello libro para el recuerdo de las promesas de amor, como el “dime que me querrás siempre” que un día escribieron en la arena. Esa fuerza, ese convencimiento, le hace decir a la esposa: “Creer en algo firmemente es razón suficiente para que exista”.
El desgaste que atraviesan las relaciones largas, los sueños que se van dejando aparcados, como el de ser un poeta con notoriedad o el de ser actriz, tener que convivir y afrontar realidades en las que podamos sentirnos reflejados, nos ha hecho alguna vez pensar, junto al esposo: “Pero sobre todo me detesto a mí mismo / por haber sucumbido a lo que soy / por todo lo que una vez soñé”.
Y la vida, que impone sus pruebas de resistencia, como los graves problemas que algunas personas afrontan: la preocupación y el miedo ante una enfermedad grave. También entonces el único consuelo es saber que tienes a tu lado a un compañero.
Los años y la vida transcurrida van dejando un poso que desemboca en una nueva estación, en un nuevo paisaje, con su propio encanto, porque el invierno también puede ser la estación más hermosa.
Cuando tantas ilusiones y sueños se han perdido, los esposos pueden encontrar algo que salvaguardar, su propio amor, y darse cuenta, como dice el esposo, de que en cierto sentido todo es de la otra persona, en estas palabras con las que pueden identificarse las parejas que llevan muchos años juntos, en esas románticas palabras que emocionan:
“mi vida
los sueños
los amaneceres y las tardes grises
los esplendores de la yerba tardía y las hojas de primavera
hasta los miedos y mis fracasos
y también la risa
quiero que sepas que todo ello
que es todo lo que tengo -ya sé que no es mucho-
es tuyo”.
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